«Su estilo, andrógino ante litteram, ha vinculado un cierto tipo de glamour con la contracultura de los años 60, ejemplificado en lo que la editora Diana Vreeland definió como el youthquake (o terremoto juvenil).
Su vigencia radica en el hecho de que, a priori, sus looks son relativamente fáciles de reproducir: unos vaqueros, un jersey y unas deportivas», explica Daniele Gennaioli, coordinador del área de Moda de UDIT, Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología.